La prohibición de bolsas plásticas en el territorio nacional no es algo nuevo o propio de las gestiones del actual gobierno. El origen de los proyectos y mociones parlamentarias tiene al menos 8 años y las ordenanzas municipales que comenzaron con el ejemplo de Pucón, al menos 5 años de antigüedad. Es incuestionable el propósito de estas medidas que buscan reducir los plásticos de un solo uso mal dispuestos en el medio ambiente. Debemos apuntar hacia un comportamiento más responsable en este aspecto. Es cuestionable si la prohibición ya que no genera una cultura responsable de la comunidad y a su vez no hay certeza que sea la mejor solución para el medio ambiente.
Los plásticos son un material que ha simplificado nuestras vidas y han sido protagonistas del crecimiento de la economías a nivel mundial. Sin ellos sería muy difícil entre otras cosas la conservación de alimentos, grandes avances en los tratamientos médicos y otras cosas más simples pero no menos importantes como la gestión de residuos entre muchas más. Son a su vez, un material de baja huella ambiental en su proceso de origen y transformación, lo que los convierte en elementos virtuosos para el disminuir el calentamiento global y el consumo de agua. Es un error visualizar la biodegradabilidad como principal atributo ambiental de un material. La reusabilidad y la reciclabilidad pueden ser incluso más importantes en una sociedad consciente en el cuidado del medio ambiente.
Estos elementos debieran ser considerados al momento de elaborar leyes y políticas públicas. Para el caso de las bolsas plásticas, una regulación eficiente que controle su cantidad y calidad y que fomente su uso responsable, podría haber sido un excelente ejemplo de modernidad y coordinación público – privada. Hubo una mirada que no permitió generar cultura desde la educación. Reciclabilidad, reuso, separación en origen, compostaje, residuos orgánicos, reducción, son conceptos que faltaron en una ley eficiente. Apuntemos hacia la economía circular.
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